Nuestra vida discurre entre una mescla de alegrías,
tristezas, júbilo y desesperación. Es necesario que atravesemos por momentos de desesperación y angustia, en estos momentos aprendemos el valor de cada
instante.
Tú has visto personas enfermizas, personas frágiles que no
podrían trabajar una hora, bastarse a sí mismas cuando se encuentran frente a
grandes responsabilidades, y hacerse fuertes y resistentes bajo la carga. Las crisis
no sólo aprovechan nuestras reservas de energía, sino que crean nueva energía.
Dios con todo su inmenso poder esta en donde se le necesita.
La abundancia esta siempre en donde tú estás, y es lo que tú necesitas. No importa
si es enfermedad o dificultad, pobreza o peligro, lo que necesitas está aquí,
esperando que lo tomes.
Has frente a tu dificultad audazmente, sabiendo que tienes
a tu espalda el respaldo de un poder infinito, y encontrarás que ese poder te
rodea y viene en tu ayuda. Es como un autor que escribe un libro. Por mucho
tiempo trabaja en una clase de niebla mental, pero, si persevera, aparece de
súbito una luz que clarifica sus ideas y le muestra la manera de arreglarlas
lógicamente.
En momentos de desesperación, sentirás un impulso de energía
desconocida que se eleva en tu alma. Eso no significa que no tendrás dificultades.
Las dificultades te hacen bien. Son el ejercicio de tu mente. Tú eres más
fuerte y mejor cuando las has vencido. Pero considéralas como simples
ejercicios. Cómo ejercicios que te son dados para que puedas aprender a usar la
mente, a encontrar lo que necesitas.
Recuerda esto: no importa la catástrofe que caiga sobre la
humanidad, no importa lo que la pérdida sea, tú y los tuyos pueden librarse de
ella. Hay siempre un camino de seguridad para el individuo. Hay siempre un “arca”
en el cual unos pueden salvarse del diluvio.
El nombre de esa arca es
comprensión, comprensión de tus habilidades interiores. Si el mal nos amenaza,
si el fracaso, la enfermedad o el accidente parece inminente, sólo tenemos que
decir que esos males no vienen de Dios por lo tanto no tienen poder sobre
nosotros. Son simplemente la ausencia de la condición verdadera que Dios
conoce.
Mientras mayor sea tu necesidad con más seguridad puedes
satisfacerla, si comprendes esta verdad. No hay condición tan desesperada, no
hay causa tan perdida, que no pueda ser salvada por esa verdad. Una y otra vez
enfermos desahuciados por los doctores se han recobrado milagrosamente,
ayudados por la fe de alguna persona amada.
Y de la misma manera, hay
innumerables ejemplos de que la calamidad que amenazaba se ha convertido en una
bendición. La calamidad más grande es nuestra falta de fe. Siempre buscamos las
dificultades, las visualizamos.
Somos como la anciana que “goza de mala salud”.
Siempre ponemos la palabra “pero” después de nuestros deseos y anhelos,
creyendo que hay muchas cosas que son demasiado buenas para nosotros. Creemos que
hay un poder aparte del bien, que puede privarnos de todas las bendiciones que
nos pertenecen.
Dudamos, porque no podemos ver la forma en que nuestros deseos
pueden ser satisfechos. Ponemos un límite al bien que puede alcanzarnos. Esperar
menos es recibir menos, porque eso disminuye tu capacidad para recibir. Muchas
bendiciones.
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