Lamentarse y lamentarse continuamente por nuestros problemas, fracasos, exigencias cotidianas, no debería de ser la constante en nuestra vida.
Las actitudes juegan un papel muy trascendental en nuestra existencia, el cómo enfocamos los acontecimientos diarios, determina en gran medida los resultados que obtenemos.
El quejarse por cualquier bagatela, ahuyenta esa aura positiva que rodea a los optimistas y alegres, “la peor rueda del carro es la que siempre chilla” sentenciaba mi abuela, estar cerca de la persona quejumbrosa, enferma y contamina, debemos alejarnos de ellas cuanto antes, o procurar en un asomo de osadía, cambiarles su paradigma, si lo logramos habremos contribuido con ellas, en mejorar su persona y su destino.
Hay una diferencia enorme entre estar frente a una persona negativa y otra positiva, estar con esta última es toda una experiencia, es contagioso su entusiasmo, la manera como observa el mundo y su perspectiva, si es tan gratificante estar con este tipo de almas, porque no imitar un poco de su conducta, incorporando a nuestra vida el optimismo, la alegría, el don de gente, la amabilidad y la cortesía, los frutos no se harán esperar.
El mundo
necesita más gente positiva, personas que despierten esperanzas, que crean en
las utopías y que luchen por el bien, más personas que sonrían, que expresen
amor, bondad y cariño, más personas, que piensen en los demás, que se esfuercen
por vivir en armonía en un mundo muchas veces hostil, más personas que se solidaricen
con los desafortunados, los desposeídos, los marginados, el mundo necesita
personas con un corazón y un alma noble.
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