Llegué a un lugar llamado Buena
Vista al Norte del municipio de Copán Ruinas, aldea conformada por unas 65 viviendas, de
las cuales la gran mayoría son de paredes de madera.
Es una comunidad sumida en la mas ingente inopia,(como casi todas las comunidades del área rural de mi país) con niños y niñas marcados por la desnutrición.
Visitando las casas mas alejadas llegue a una donde no había personas adultas, solamente unas criaturitas de caritas temerosas y sin lavar, a pesar de que era la hora del almuerzo, no había nada que los niños pudieran llevarse a la boca.
No existía ni siquiera un fogón de los utilizados en estas comunidades, en el cual pudieran cocinar, lo hacían en el suelo, pues habían residuos de carbón. Recipientes para preparar los alimentos no se miraban por ningún lado.
Pregunte por sus padres y dijeron que habían salido, su papá a trabajar al monte y su mamá a lavar a la quebrada, me conmoví ante aquella situación tan triste.
Buscamos unas latas en las que pretendía cocinar y le dije a la niña mas grandecita que preparáramos el fuego, saqué de mi mochila unos huevos que me habían regalado, los traía muy bien envueltos en tuzas (Cubierta de la mazorca de maíz), los colocamos a hervir en una latas de leche vacías cuyo material es de latón.
No es posible describir, la alegría que se dibujaba en los rostros de los niños, al contemplar que en el fuego había algo que satisfaría su hambre, por lo menos en ese momento.
Es una comunidad sumida en la mas ingente inopia,(como casi todas las comunidades del área rural de mi país) con niños y niñas marcados por la desnutrición.
Visitando las casas mas alejadas llegue a una donde no había personas adultas, solamente unas criaturitas de caritas temerosas y sin lavar, a pesar de que era la hora del almuerzo, no había nada que los niños pudieran llevarse a la boca.
No existía ni siquiera un fogón de los utilizados en estas comunidades, en el cual pudieran cocinar, lo hacían en el suelo, pues habían residuos de carbón. Recipientes para preparar los alimentos no se miraban por ningún lado.
Pregunte por sus padres y dijeron que habían salido, su papá a trabajar al monte y su mamá a lavar a la quebrada, me conmoví ante aquella situación tan triste.
Buscamos unas latas en las que pretendía cocinar y le dije a la niña mas grandecita que preparáramos el fuego, saqué de mi mochila unos huevos que me habían regalado, los traía muy bien envueltos en tuzas (Cubierta de la mazorca de maíz), los colocamos a hervir en una latas de leche vacías cuyo material es de latón.
No es posible describir, la alegría que se dibujaba en los rostros de los niños, al contemplar que en el fuego había algo que satisfaría su hambre, por lo menos en ese momento.
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