Erase una vez
un viejo leñador que subía a la montaña casi cada día a cortar leña.
Se decía que
éste viejo era un avaro que almacenaba su plata hasta que la cambiaba por oro y
que se preocupaba más por el oro que por cualquier otra cosa del mundo.
Un día un
tigre salvaje se abalanzó sobre él y aunque corrió no pudo escapar, y el tigre
lo atrapó con sus fauces.
El hijo del leñador contempló a su padre en
peligro, y corrió para ver si podía salvarlo. Llevaba un largo cuchillo, y
puesto que podía correr más deprisa que el tigre, que tenía que acarrear a un
hombre, pronto les alcanzó.
Su padre no
estaba herido de gravedad, porque el tigre le había agarrado por la ropa.
Cuando el
viejo leñador vio a su hijo a punto de apuñalar al tigre gritó alarmado:” ¡No estropees
la piel del tigre! ¡No estropees la piel del tigre! Si puedes matarle sin
hacerle agujeros en la piel podemos conseguir muchas piezas de plata por ella. Mátale,
pero, no le cortes el cuerpo”.
Mientras el
hijo estaba escuchando las instrucciones de su padre, el tigre salió corriendo
de repente hacia el bosque, llevando al viejo a donde su hijo no pudo
alcanzarle, y fue rápidamente devorado.
FABULA CHINA
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