A un sabio, que caminaba solo le estaba molestando un
necio que le arrojaba piedras a la cabeza. Volviéndose para enfrentarse con él,
le dijo: “¡Querido amigo, bien tiradas! Por favor acepta estos pocos francos. Has
trabajado lo suficiente duro como para conseguir más que unas simples gracias.
Cada esfuerzo merece su recompensa. Pero ¿ves ese hombre de allí? Él puede
darte más de lo que yo puedo. Preséntate a él con unas de tus piedras: te
proporcionaran un buen salario”. Seducido por el engaño, el necio fue corriendo
a repetir el ultraje al otro digno
ciudadano. Esta vez no le pagaron con dinero las piedras. Inmediatamente llamo
a los sirvientes y se apoderaron de él y le golpearon y le rompieron todos los
huesos. En las cortes de los reyes hay pestes como éstas privados de sentido: harán
que su amo se ría a expensas de otro. ¿Para silenciar sus chácharas debería uno
propinarles un áspero castigo? Quizá no se tenga fuerza suficiente. Es mejor
persuadirlos para que ataquen a alguien más que pueda de manera más que
suficiente devolverles lo que han hecho.
Fabulas selectas, JEAN DE LA FONTAINE.
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