Un hombre que se había
subido a cierta higuera, estaba doblando las ramas hacia sí y cogiendo la fruta
madura, que luego se ponía en la boca para destruir y roer con sus duros
dientes. El castaño, al ver esto, agitó las largas ramas y con violencia
exclamó: “¡Hay higuera! ¡Que poco protegida estás por la naturaleza, comparada
conmigo! Mira como está revestido mi dulce fruto; primero cubierto con
envoltorios ligeros sobre los cuales está la cascara dura pero de forro suave. Y
no contenta con todos estos cuidados, la naturaleza nos ha dado estas agujas
afiladas y apiñadas para que la mano del hombre no pueda dañarnos”.
Entonces la higuera empezó
a reír y después de la carcajada dijo: “tú sabes bien que el hombre tiene tal
ingenio que te despojara hasta de tus hijos. Pero en tu caso lo hará con varas
y piedras; y cuando hayan caído los pisoteará y los golpeará con piedras hasta
que tu fruto salga de su armadura aplastado y mutilado; mientras que a mí me
toca cuidadosamente con las manos y nunca, como a ti, con violencia.”
Leonardo
Da Vinci (1452-1519)
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