Una joven
parra, extravagante y terriblemente vanidosa en su ambición por ser
independiente, a la que le gustaba trepar a sus anchas, odiaba tener que relacionarse
con un olmo hermoso que crecía cerca y que cortejaba sus ramas.
Como había
alcanzado cierta altura sin ningún tipo de ayuda, lanzó sus ramas endebles
hacia delante a una distancia poco corriente e innecesaria; y llamó a su vecino
para hacerle notar lo poco que necesitaba de su asistencia.
“Pobre arbusto caprichoso-contestó el olmo-, ¡que inconsciente es vuestra conducta! Si fueras realmente independiente, aplicarías esas fuerzas con sumo cuidado para el engrandecimiento de vuestro tallo, al que habéis prodigado con follaje superfluo.
No tardaré en veros caído por el suelo apoyado, sin duda, por muchos de la raza humana, quienes, intoxicados de vanidad, han despreciado la economía; y quienes para apoyar un momento su alarde vacío de independencia han agotado la propia fuente de ésta en gastos frívolos.”
“Pobre arbusto caprichoso-contestó el olmo-, ¡que inconsciente es vuestra conducta! Si fueras realmente independiente, aplicarías esas fuerzas con sumo cuidado para el engrandecimiento de vuestro tallo, al que habéis prodigado con follaje superfluo.
No tardaré en veros caído por el suelo apoyado, sin duda, por muchos de la raza humana, quienes, intoxicados de vanidad, han despreciado la economía; y quienes para apoyar un momento su alarde vacío de independencia han agotado la propia fuente de ésta en gastos frívolos.”
Robert Dodsley
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