Por mucho que prediquemos algo, nuestras acciones
siempre serán el termómetro por el que seremos medidos.
Maquiavelo el astuto italiano que asesoró a príncipes sobre
como mantenerse en el poder, recomendaba a sus discípulos que había que
expresar siempre y en todo momento palabras llenas de virtud aunque no se
creyera en lo que se decía. Todo con el propósito de mostrarnos ante los demás
como personas provistas de virtudes y así obtener su confianza.
Lo que no dijo Maquiavelo fue que para el común de las
personas practicar tales conductas los puede llevar a la desgracia completa.
En el presente vemos por todos lados a personas y aun
instituciones que hacen lo contrario de lo que dicen, quedando ante los que las
conocen como entes hipócritas, despertando aversiones que de haber sido
sinceros hubieran evitado.
Estas aversiones pueden perjudicar sobremanera a
quienes practican el arte de Maquiavelo, a quienes no miden las consecuencias
de su proceder lleno de falsedad.
Recordemos que bajo el sol nada permanece oculto por
mucho tiempo y al salir a luz la verdad, la estructura montada sobre una base de mentiras, se vendrá abajo como los
edificios que por su inutilidad son demolidos.
Por mucho que queramos adornar con hermosas y
elocuentes palabras, con acciones y poses nuestras simulaciones tarde o
temprano quedaremos al descubierto y seremos castigados con el desprecio, la
indiferencia o con algo peor.
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