Visionario: el líder se caracteriza por su visión a
largo plazo, por adelantarse a los acontecimientos, por anticipar los problemas
y detectar oportunidades mucho antes que los demás.
El líder no
se contenta con lo que hay, es una persona inconformista, creativa, que le
gusta ir por delante.
Persona de
acción: el líder no
sólo fija unos objetivos exigentes sino que lucha denodadamente por
alcanzarlos, sin rendirse, con enorme persistencia, lo que en última instancia
constituye la clave de su éxito.
El líder no
se contenta con soñar, el líder quiere resultados.
Brillante: el líder sobresale sobre el resto del
equipo, bien por su inteligencia, bien por su espíritu combativo, bien por la
claridad de sus planteamientos, etc., o probablemente por una combinación de
todo lo anterior.
Coraje: el líder no se amilana ante las
dificultades; las metas que propone son difíciles (aunque no imposibles), hay
que salvar muchos obstáculos, hay que convencer a mucha gente, pero el líder no
se desalienta, está tan convencido de la importancia de las mismas que luchará
por ellas, superando aquellos obstáculos que vayan surgiendo.
El líder
defiende con determinación sus convicciones.
Contagia
entusiasmo: el líder
consigue entusiasmar a su equipo; ellos perciben que las metas que persigue el
líder son positivas tanto para la empresa como para los empleados.
El futuro que
ofrece el líder es tan sugerente que merece la pena luchar por ello.
Esta es una
de las características fundamentales del líder, el saber contagiar su
entusiasmo, el conseguir que el equipo le siga, que comparta sus objetivos.
Sin un equipo
que le siga, una persona con las demás características sería un lobo solitario
pero nunca un líder (el liderazgo va siempre unido a un equipo).
Gran
comunicador: otra
cualidad que caracteriza al líder son sus dotes de buen comunicador, habilidad
que le va a permitir “vender” su visión, dar a conocer sus planes de manera
sugerente.
Convincente: el líder es persuasivo; sabe presentar
sus argumentos de forma que consigue ganar el apoyo de la organización.
Gran
negociador: el líder es
muy hábil negociando. La lucha por sus objetivos le exige negociar
continuamente, tanto dentro de la empresa, como con clientes, proveedores,
entidades financieras, accionistas, etc.
El líder
demuestra una especial habilidad para ir avanzando en el largo camino hacia sus
objetivos.
Capacidad de
mando: el líder
debe basar su liderazgo en el arte de la convicción, pero también tiene que ser
capaz de utilizar su autoridad cuando sea necesario.
El líder es
una persona compresiva, pero no una persona blanda (los subordinados le
perderían el respeto).
El líder no
puede abusar del “ordeno y mando” ya que resulta imposible motivar a un equipo
a base de autoritarismo, pero debe ser capaz de aplicar su autoridad sin
temblarle el pulso en aquellas ocasiones que lo requieran.
Exigente: con sus empleados, pero también, y muy
especialmente, consigo mismo. La lucha por unas metas difíciles requiere un
nivel de excelencia en el trabajo que tan sólo se consigue con un alto nivel de
exigencia.
Si el líder
fuera exigente con sus empleados pero no consigo mismo no sería un líder, sería
un déspota que pondría a toda la organización en su contra.
Carismático: si además de las características
anteriores, el líder es una persona carismática, nos encontraríamos ante un
líder completo.
El carisma es
una habilidad natural para seducir y atraer a las personas, es auténtico
magnetismo personal. El carisma permite ganarse al equipo, que se siente
atraído por su líder.
No obstante,
hay que señalar que es perfectamente posible un líder sin carisma.
Para una
empresa es preferible tener un líder sin carisma con un alto sentido de la
honestidad, que un líder carismático que utilice la organización en su propio
beneficio.
Honestidad: unos elevados valores éticos son
fundamentales para que el liderazgo se mantenga en el tiempo y no se trate de
un simple “bluff” pasajero.
El equipo
tiene que tener confianza plena en su líder, tiene que estar absolutamente
convencido que el líder va a actuar honestamente y no le va a dejar en la
estacada.
Si los
subordinados detectan que el líder no juega limpio y que tan sólo le preocupan
sus propios intereses, perderán su confianza en él, proceso que una vez
iniciado es muy difícil de parar.
Cumplidor: el líder tiene que ser una persona de
palabra: lo que promete lo cumple.
Es la única
forma de que el equipo tenga una confianza ciega en él.
Coherente: el líder tiene que vivir aquello que
predica.
Si exige
dedicación, él tiene que ser el primero; si habla de austeridad, él tiene que
dar ejemplo; si demanda lealtad, él por delante.
El líder
predica principalmente con el ejemplo: no puede exigir algo a sus subordinados
que él no cumple.
Además, el mensaje
del líder debe ser coherente en el tiempo.
No puede
pensar hoy de una manera y mañana de otra radicalmente distinta: confundiría a
su equipo.
Esto no
implica que no pueda ir evolucionando en sus planteamientos.
Otras características del líder, asimismo importantes, que permiten
fortalecer su papel.
Trabajador: el líder debe mostrar una gran
dedicación al trabajo, debe predicar con el ejemplo, trabajar duro, que el
grupo vea que está volcado con la empresa.
Uno no puede
exigir a su empleados mayor dedicación si no predica con el ejemplo.
Pero el líder
debe ser capaz de llevar una vida equilibrada, de compaginar su actividad
profesional con su faceta personal, familiar, social, etc.
El líder debe
demostrar a sus empleados que es perfectamente compatible una gran dedicación
profesional con una rica vida privada.
El entusiasmo,
la energía, la ilusión que exige el liderazgo sólo se consigue con una vida
intensa, entretenida, variada.
El líder es
una persona que sabe disfrutar de los placeres de la vida.
Perseverante: las metas que fija el líder son
difíciles de alcanzar y tan sólo con un esfuerzo sostenido se pueden lograr.
Los
obstáculos serán numerosos y en ocasiones pueden flaquear las fuerzas. Tan sólo
la perseverancia (una auténtica obsesión por alcanzar los objetivos) permitirá
triunfar en el empeño.
Flexible: las circunstancias son cambiantes, lo
que hoy vale puede que no valga mañana, los colaboradores tienen sus propios
criterios y en ocasiones pueden ser más acertados que los del líder.
El líder que
se atrinchera en sus posiciones está llamado al fracaso, además daría una
muestra de soberbia que le llevaría a perder la simpatía del grupo.
Un auténtico
líder no teme que por cambiar su punto de vista o por aceptar la opinión de un
subordinado esté dando muestras de debilidad. Todo lo contrario, proyectaría
una imagen de persona abierta, dialogante, flexible, pragmática, que
contribuiría a aumentar su prestigio entre los colaboradores.
Autodominio: el líder es el referente del equipo,
debe ser capaz de controlar sus emociones, especialmente en los momentos
delicados; no puede mostrar su abatimiento ante un suceso negativo (si él cae,
la organización se derrumba).
El líder
tiene que ser una persona fuerte, capaz de mostrar serenidad e infundir
tranquilidad en los momentos más difíciles.
El líder
determina en gran medida el estado de ánimo de la organización.
Si el líder
se muestra optimista, animado, con energía, la plantilla se contagiará de este
estado. Si por el contrario, se muestra pesimista, desanimado, preocupado (y lo
manifiesta), el ánimo de la organización se hundirá.
Prudente: aunque el líder sea una persona que
asume riesgos, no por ello deja de ser prudente.
Es el último
responsable de la empresa; el bienestar de muchas familias depende de él, por
lo que no se puede permitir el lujo de actuar de manera irresponsable.
El líder
conoce los puntos fuertes y las debilidades de su organización, respeta a sus
adversarios, asume riesgos controlados tras un análisis riguroso.
El líder tiene
que luchar contra el endiosamiento, entendido como un exceso de autosuficiencia
que le puede llevar a perder la prudencia.
Realista: el líder está siempre con los pies en
el suelo, sabe compaginar su visión del largo plazo con el día a día, conoce
las dificultades que conllevan sus objetivos, el esfuerzo que exige a los
empleados. También conoce sus propias limitaciones.
Justo: el líder debe ser (y parecer) una
persona justa, tanto en la exigencia como en el reconocimiento, y debe
preocuparse porque la organización así lo perciba.
No puede dar
lugar a agravios comparativos.
El líder debe
reconocer los aciertos y fallos de sus colaboradores de manera objetiva, debe
ser igual de exigente con todos y ecuánime en las recompensas.
Los empleados
entienden y aceptan que se les exija, lo que no tolerarán nunca será la
injusticia.
Humano: el líder es una persona cercana,
próxima , cálida, comprensible. Esta cualidad es básica lograr no sólo el
respeto del equipo, sino también su aprecio.
El ser una
persona exigente y rigurosa, el tener que utilizar en ocasiones su autoridad,
no tiene por qué estar reñido con mostrase de una manera sencilla y natural,
preocupado por su gente.
Resulta
absurda (y contraproducente) la actitud de muchos altos directivos (que no
líderes) de mostrarse altivos, fríos, distantes.
Accesible: el líder tiene que ser una persona
accesible para su equipo, tiene que estar disponible para cualquier empleado de
la empresa que tenga algo que decirle.
Si quieres
que la organización esté contigo, te tienen que conocer, ver que eres uno más
de ellos. Si quieres que te aprecien tienes que darle la oportunidad de que te
traten.
Un líder
distante difícilmente motiva; en el mejor de los casos produce indiferencia y
en el peor origina rechazo.
Humilde: la humildad implica reconocer las
propias limitaciones, saber escuchar y pedir consejos, reconocer los errores
que uno comete y los aciertos de los demás. La humildad no es síntoma de
debilidad, sino de persona realista, con los pies en la tierra. La humildad ayuda
a ganar el respeto del equipo.
El líder que
va de prepotente dispone a la organización en su contra.
Generoso: la generosidad es fundamental en todo
líder. Los empleados han depositado en él su confianza, pero además de
interesarles el futuro de la empresa, les preocupa su situación personal.
La relación
profesional no deja de ser una transacción en la que el trabajador aporta su
trabajo a cambio de un salario, una carrera profesional, un aprendizaje, un
reconocimiento, etc.
Si el líder
es exagerado en su nivel de exigencia, debe ser igualmente generoso en las
retribuciones, reconocimientos y premios.
Culto: El líder debe preocuparse por
desarrollarse personalmente, por alcanzar un elevado nivel cultural.
El líder
tendrá que tratar con numerosas personas, hablar en público, presidir
reuniones, atender visitas, etc., y en todo momento debe saber moverse con
soltura (es el representante de la empresa).
El
conocimiento es fuente de ideas, muchas de las cuales podrá aplicar en la
gestión de su organización.
Inquieto: el líder es una persona inconformista,
que le gusta indagar, aprender de la gente. Esta inquietud le lleva a estar
permanentemente investigando nuevas alternativa, a ir por delante del resto.
En el mundo
actual, una persona conformista termina quedándose obsoleta inmediatamente.
Con sentido
del humor: el humor es
fundamental en la vida, siendo especialmente útil en los momentos de
dificultad.
La gente se
identifica con aquellas personas que saben ver el lado divertido de la vida. El
líder que abusa de la seriedad y de los formalismos difícilmente consigue
generar entusiasmo entre sus empleados.
El líder
tiene que tener claro que hay momentos para las formalidades y momentos para
cierto desenfado y no por ello va a perder el respeto de su equipo, sino que,
todo lo contrario, conseguirá estrechar los lazos con sus colaboradores.
Optimista: el optimismo es contagioso, se expande
al resto de la organización. El optimista es una persona que no teme las
dificultades, que ve los obstáculos perfectamente superables; esto le lleva a
actuar con un nivel de audacia que le permite alcanzar algunas metas que una
persona normal ni siquiera se plantearía.
Además, la
persona optimista se recupera rápidamente de los fracasos y tiende siempre a
mirar hacia adelante.
En buena
forma física: el líder
tiene que cuidarse, llevar una vida sana, hacer deporte, cuidar su
alimentación, descansar. Es la única forma de poder rendir al 100% en el
trabajo.
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