Cuando
ingresamos como empleados a una institución sea ésta con fines de lucro o de
las que procura ganancias a toda costa, olvidamos algo que nunca deberíamos
olvidar, en ellas nunca seremos eternos, ni indispensables. Creemos
erróneamente que tenemos tanta habilidad para desempeñar nuestra labor, que no podrán prescindir de nosotros.
Cuando menos lo esperamos otro está ocupando el puesto que teníamos.
Muchos
de los empleados muestran una conducta altiva, egoísta, de un desinterés casi
total por los otros. Más, si tienen
algún cargo un tanto elevado. Lo que, como decíamos antes, se les olvida es
que, por muy bien que haga su trabajo, “si se va no hace falta y si se queda no
estorba”. Tarde o temprano lo echaran, lo harán que renuncie, o procurarán que
busque otra fuente de empleo. Ya que constantemente está saliendo gente nueva,
joven, con dinamismo. Que harán que el sedentarismo del empleado antiguo se vea
obsoleto e ineficaz.
La
otra realidad es que si por alguna desgracia, caso fortuito, mala suerte,
tuerce o como quiera llamársele, se sufre un accidente, la institución, otrora
la salvadora, la humanitaria, la cristiana, la que predica valores, procura por
todos los medios librarse de la carga que representa una persona con algún
grado de incapacidad. El papel del estado en éstas cosas del día a día de las
empresas o instituciones, ni mencionarlo. Nunca ha velado por los intereses de
los empleados vulnerables.
El
que cuando era el empleado estrella era invitado a todos los eventos, a todas
las capacitaciones y talleres, hoy sumido en una situación de dependencia es
abandonado, echado fuera, donde es el lloro y el crujir de dientes, solo que
aquí, no cometiendo pecado, sino más bien siendo víctima de una especie de
estratagema urdida en las obscuras estancias de los grandes edificios, donde
residen los que toman las decisiones más “acertadas”, aun cuando éstas dejen
carentes de seguridad a una familia completa.
Las
medidas tomadas por el empleado en caso de que enfrente una situación difícil son
en el mejor de los casos, pocas y en el
peor ninguna.
A
nadie le gusta mostrarse negativo, y pensar en que le puede pasar algo y por
ello ir haciendo alguna reserva, resulta poco atractivo.
En
los tiempos que corren, de escasez económica, de carestía de la canasta básica
y de multicrisis, Casi a nadie le alcanza para dejar siquiera una pequeña
reserva, que le permita cubrir por lo menos unos seis meses de gastos
familiares, si quedara sin empleo.
Es
vital hacer un esfuerzo por mejorar en esa área, otear las posibilidades y
vislumbrar en un arranque de clarividencia las mejores oportunidades para desprenderle
a la vida cada oportunidad que nos
permita no ser tan dependientes de un empleo. Evitando así expresar lo que un
buen amigo decía:
¡Trato de ser emprendedor,
pero la costumbre a depender de un empleo no me permite intentarlo nuevamente
cuando fracaso, vuelvo a buscar un empleo y prosigo en el circulo vicioso de la
dependencia laboral, en lugar de ser una persona que otorga oportunidades de
empleo a otros, soy un empleado!
El
empleo nos da seguridad, nos proporciona estatus y nos da la sensación de
tranquilidad, pero cuan adictivo se vuelve con el paso del tiempo.
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