A una organización le es más fácil conseguir apoyo y ganarse la legitimidad de su entorno si tiene bien definido su foco estratégico.
Es decir, si a los diversos implicados internos y externos
les resulta fácil reconocer en qué se centra la organización y cuál es el
alcance de sus emprendimientos sociales.
Si, por el contrario, este foco se pierde, esto puede acarrear problemas de legitimidad. A la
estrategia le corresponde la función de definir el alcance de las actividades
de la organización.
¿Concentra esta sus
emprendimientos sociales en un área de actuación o tiene muchas áreas y
actividades? Las organizaciones deben ser conscientes de los riesgos de una excesiva
diversificación.
Para volver a un ejemplo mencionado anteriormente, la
organización no lucrativa costarricense INBio trabaja en cinco áreas de
actividad: inventario y seguimiento (información sobre la diversidad de
especies y ecosistemas del país), conservación (información sobre los procesos
de toma de decisiones con fines de protección y uso sostenible de la
biodiversidad), educación (centrada básicamente en el INBio parque, un parque
temático para acercar a los visitantes a la riqueza natural de Costa Rica),
bioinformática (desarrolla y aplica herramientas informáticas para apoyar datos
sobre biodiversidad) y bioprospección (busca usos sostenibles y de aplicación
comercial de los recursos de la biodiversidad).
De una forma resumida, se podría decir que las actividades
de INBio abarcan desde las relacionadas con el turismo (un parque temático)
hasta las relacionadas con el mundo empresarial (aplicaciones comerciales de la
biodiversidad). Es cierto que todas las actividades tienen relación directa con
su misión, la conservación del medio ambiente, pero ellas cubren un espectro muy
amplio (y se podrían llevar a cabo todavía de muchas otras maneras).
La clave está en la integración coherente y en las sinergias
que se producen entre las diferentes líneas de trabajo.
En el caso de las OSC, la mayoría nace con un foco claro en un problema o reto social
concreto, y con el tiempo va ampliando paulatinamente su área de actividad.
Este sería el caso de INBio, o de organizaciones como Intermón Oxfam (que nació
para erradicar la pobreza), la Fundación Proyecto Paria (que surgió para
desarrollar la península Paria), Profamilia (que se creó para atender la salud
sexual y reproductiva) y Crear Vale la Pena (que trata de que el arte sirva
para la transformación social). Sin embargo, hay excepciones. Este es el caso
de la Fundación Comunitaria de Oaxaca (México), la cual, según confiesan sus
directivos, al principio “tenía proyectos a diestra y siniestra dispersos por
todo el estado de Oaxaca que trataban de beneficiar a la mayor cantidad de
individuos”.
En la actualidad la
propia fundación reconoce que ha cambiado su estrategia, “delimitando una
microregión, concentrando recursos para alcanzar mayor impacto”. Así fue como,
tras haber comenzado con la dispersión, cambió hacia la focalización.
Muchas empresas y fundaciones de empresa parecen hacer un
proceso de aprendizaje que las lleva a articular sus esfuerzos y sus recursos
en torno a un objetivo o un territorio bien perfilados, huyendo al mismo tiempo
de crear una relación de dependencia de tipo paternalista con las comunidades
en las que se desarrollan los emprendimientos sociales.
Por paternalismo se entiende aquí una relación en la que las
compañías (pero también las OSC) intentan satisfacer, desde una posición de
superioridad, las necesidades de los individuos que piden asistencia dándoles
sencillamente (al menos en parte) aquello que piden, o bien proporcionando lo
que la empresa considera adecuado sin tener en cuenta lo que necesitanlos
beneficiarios de la ayuda.
En ambos casos (a
primera vista tan diferentes) se trata a la vez de no implicarse en los
problemas de los beneficiados y de no implicar a los individuos en la resolución
de los problemas. Es decir, no se los ayuda a crecer y ganar autonomía. A
menudo, esta es una postura fácil tanto para la empresa como para los
beneficiarios, pero no es la mejor manera de crear valor social perdurable.
En suma, los programas sociales de las OSC y los de las
empresas privadas afrontan desafíos un tanto diferentes. Normalmente las OSC tienen claro desde el principio cuál es
el foco de su actuación, es decir, empiezan con una estrategia de
especialización y luego, más tarde, pueden ir diversificando su actividad.
El reto para las OSC
es ir manteniendo siempre la coherencia con la misión de la organización, en
vez de ir agregando actividades dispersas (a veces movidas, como se dijo antes,
por necesidades de financiamiento).
Este proceso que, en
realidad, va alterando y desdibujando la misión y el foco de la organización,
es lo que se denomina “deslizamiento de la misión”, y puede provocar problemas
graves entre las diferentes sub-culturas de las organizaciones y presentar una
imagen confusa de la organización ante la sociedad.
Las empresas, por lo general, parecen afrontar el desafío
inverso: abordan al principio un amplio espectro de emprendimientos sociales y
se dan cuenta después de la necesidad de concentrarse, lo cual puede conllevar
a veces problemas con algunos de los afectados. En ambos casos, si no
se evitan los riesgos, los emprendimientos sociales pueden encontrarse en una
situación de pérdida de apoyo y legitimidad.
Recibe nuestras publicaciones directamente en tu Email
0 comentarios:
Publicar un comentario
Por favor haz tus comentarios basados en el tema, sugiere, aporta y exprésate con respeto. Tus lectores lo agradecerán.