Por esta razón, la
responsabilidad por las acciones y proyectos
sociales en las empresas se distribuye de forma difusa, como ocurre en el
emprendimiento social conducido por CANTV, empresa del sector de comunicaciones
de Venezuela.
Sus iniciativas sociales son atribuidas a diversos gerentes que
desempeñan variados papeles de conducción y gestión, lo que puede propiciar una
mayor diseminación de los patrones de la cultura de responsabilidad social en
la empresa, porque las prácticas se hallan dispersas en diversos espacios
organizacionales y su liderazgo es compartido por varios empleados.
Esta delegación de iniciativas sociales a diversos
gestores en las organizaciones es eficaz si se adaptan los procesos de trabajo
empleados en la gestión de la empresa a los procedimientos en las acciones
sociales, conforme fue analizado anteriormente.
En la medida en que se adoptan
indicadores para evaluar y hacer un seguimiento de los resultados, y se
utilizan métodos administrativos para planificación, implementación y control
de las acciones —a semejanza de la metodología empleada para administrar los negocios
de la empresa—, se torna más viable el ejercicio del liderazgo descentralizado.
Sin embargo, todavía se observan
casos en los que la figura del fundador de la empresa influye decisivamente en
la formación y consolidación de una cultura de responsabilidad.
En Alpina,
empresa colombiana líder del sector alimentario, los valores de responsabilidad
social expresan la visión de los fundadores. De manera similar, en el Grupo
Orsa, brasileño, dedicado a la producción de celulosa, el liderazgo de Sérgio
Amoroso —fundador y principal
accionista— ejerce influencia sobre
los empleados con la visión de que la responsabilidad social es “un sueño que
se sueña junto con otros”.
Este, por lo tanto, puede ser transformado en
realidad, o sea, en generación y distribución de riqueza para el conjunto de la
sociedad. Alberto Albala, presidente del Laboratorio Maver, en Chile, tiene una
significativa influencia sobre las
decisiones tomadas en la Fundación Tapsin.
Esta no tiene existencia
independiente del Laboratorio, no posee espacio físico propio ni contrata
empleados. Así, los patrones culturales de la empresa y de la fundación parecen
idénticos en lo que concierne a la valoración de la responsabilidad social.
También ha sucedido que la figura del fundador
no fue determinante para la inserción de una cultura de responsabilidad en la
organización empresarial. El inicio de la implementación de acciones sociales
en ciertas empresas se caracterizó por la desconfianza de que fuera oportuno,
efectivo y adecuado que la empresa se involucrara en actividades que no eran
parte central de su estrategia.
Esto se verifico en la Compañía
Minera Antamina, cuando el primer gerente de Relaciones Institucionales
—empleado extranjero que trató de aplicar una visión de vanguardia a la
relación con las comunidades— fue tildado de ingenuo por otros ejecutivos de la
empresa.
Esta situación se modificó cuando los
accionistas comenzaron a tener visiones más elaboradas y consolidadas respecto a
la función social de la empresa, lo que propagó la cultura de responsabilidad social de forma consistente y
legitimada por la administración.
Los casos analizados demuestran
que la cultura de responsabilidad en empresas que implementan acciones sociales
parece desarrollarse a partir del esfuerzo emprendido por sus líderes en pro
del alineamiento estratégico entre actuación social y negocio.
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