Son clasificados como procesos de gestión la planificación, implementación, evaluación y control de los emprendimientos sociales, así como su estructuración en actividades técnicas y operacionales conducidas individualmente, o a través de redes de organizaciones sociales, a fin de alcanzar los resultados para los cuales tales emprendimientos fueron creados.
Los procesos de
gestión de los emprendimientos sociales conducidos por empresas pueden ser
institucionalizados a través de la creación de fundaciones/institutos o de la
estructuración organizacional interna que se lleva a cabo para ese fin.
Un patrón cultural predominante en estos casos es adoptar en los emprendimientos sociales de las empresas tecnologías de gestión semejantes a las usadas en sus prácticas habituales de negocios, tales como el foco en los resultados, la precisión en la definición de proyectos, la profesionalización del equipo, la optimización de los recursos y los controles administrativos y financieros.
Como la naturaleza del trabajo
social es diferente de las actividades productivas de la empresa, la
utilización de esos modelos de gestión no siempre es el camino más eficiente, y
es común la decepción ante los resultados y el surgimiento de conflictos en las
decisiones.
Así, en estos emprendimientos se debe estimular el nacimiento de
una cultura organizacional dedicada
a la constante interacción con el ambiente externo, que reconozca sus
principales características y promueva el alineamiento entre los métodos de
gestión y las demandas y expectativas detectadas en esa interacción.
La
flexibilidad requerida para tales interacciones parece conducir al
perfeccionamiento continuo de los emprendimientos sociales, y de esa forma
contribuye a la construcción de una cultura de resultados adaptada a sus
especificidades.
De hecho, la transferencia de las concepciones y del ideario
de la administración de negocios a la gestión de los emprendimientos sociales
conducidos por empresas presenta aspectos contradictorios: por un lado, la absorción
de ese ideario de “eficiencia, eficacia y efectividad” ejerce influencia
positiva sobre el desarrollo de las acciones y proyectos sociales, al
imprimirles agilidad, objetividad y seguimiento.
Por otro lado, no obstante,
puede provocar efectos indeseados y conflictos con los intereses y demandas de
la comunidad, como se hace evidente en el caso de Samarco y en las dificultades
de comunicación en el ámbito de las alianzas intersectoriales.
Los
procedimientos preestablecidos para la conducción de programas sociales
impedían la adecuación de la estructura y objetivos de esos programas a las
necesidades específicas de la comunidad atendida Esa inadecuación generó
resultados bastante deficientes en varias iniciativas de acción social de la
empresa, lo que reveló la necesidad de flexibilización, a efectos de que
atendiese satisfactoriamente a cada una de las comunidades involucradas.
El
aprendizaje de la empresa a partir de las experiencias fracasadas queda claro
en las palabras de Sérgio Leite, gerente de Medio Ambiente y responsable de varios
programas socioambientales corporativos: “La receta es no tener receta”.
En este caso, se observa que la introducción de instrumentos
de gestión que se muestran útiles para administrar el programa —como gráficos
de Pareto y diagramas de causa y efecto— fue bien comprendida y aceptada.
Lo que generó resistencia de las comunidades fue el propio
contenido de las acciones, que reflejaba la visión que la empresa tenía de las
necesidades de los habitantes, no las expectativas de ellos y sus demandas
prioritarias.
Además, la estandarización de esas acciones, que es un
recurso típico de los procesos de trabajo empresarial, chocaba con las
especificidades comunitarias locales, lo que generaba insatisfacción y
percepción de desequilibrio de poder en la relación entre estas y la empresa.
Hay casos en que la influencia del contexto externo inhibió
la transferencia inmediata de tecnologías de gestión típicamente empresariales
al emprendimiento social. Frente a la acción de grupos de guerrilleros,
narcotraficantes y marginales que amenazaban la tranquilidad de los empresarios
en Colombia, Alpina —empresa del sector alimentario— optó por minimizar la
visibilidad de sus iniciativas sociales y de gestionarlas con procedimientos
más sofisticados de evaluación y control.
Su estrategia ha sido la
fragmentación de las acciones sociales en diversos tipos de donaciones y
patrocinios considerando, gradualmente, los intereses de los diferentes grupos
implicados y contribuyendo así al paulatino proceso de adaptación de los
métodos de gestión al emprendimiento social, a medida que este madura. En este
caso, la fuerte influencia del contexto externo parece controlar el ritmo de
adaptación del uso de técnicas de gestión empresarial en las acciones sociales.
En otros casos, se produjo una mayor flexibilización en el uso
de técnicas de gestión a partir de la redefinición de la estructura
organizacional para la acción social. En Cementos Lima, que presenta un tipo de
configuración empresarial típica del sector de cementos —semejante al secuencial
y rígido diseño del proceso productivo— surgían problemas en la adaptación de
técnicas de gestión de negocios a la acción social.
Las características
administrativas preponderantes en la cultura de las organizaciones industriales
del sector carecen de la flexibilidad y del ritmo necesario para un desempeño
eficaz en las cuestiones sociales. Por eso en
2003, Cementos Lima creó con fondos propios la Asociación Atocongo, cuya
misión es “promover de forma activa y participativa la ejecución de proyectos
sociales, culturales y de preservación ambiental, a través de recursos propios
y alianzas estratégicas con organizaciones e instituciones nacionales e
internacionales comprometidas con la responsabilidad social”.
Atocongo pone
gran énfasis en proyectos educacionales, presentándose como aliada proactiva y
estratégica para las comunidades, y adoptando criterios claros para el análisis
de nuevas propuestas. A través de la asociación, la empresa ha estado
modificando su conducta de responsabilidad social, reduciendo aspectos
filantrópicos y valorizando relaciones y proyectos de largo plazo con objetivos
más definidos.
Cada vez más, la compañía se ocupa de evaluar los proyectos y
resultados alcanzados, realizando diagnósticos integrales de las comunidades y
estableciendo nuevas iniciativas sociales orientadas hacia el desarrollo
sostenible. En otras palabras, sin comprometer el foco en los resultados, viene
consiguiendo adaptar el uso de técnicas de gestión en las relaciones
establecidas con las comunidades en donde actúa.
De esta forma, el estudio realizado evidenció que la simple
transferencia de los métodos y técnicas de gestión empresarial a los
emprendimientos sociales, sin considerar las diferencias de los patrones culturales prevalecientes en
cada tipo de organización, no garantiza cambios que propicien el desarrollo
organizacional.
Se recomienda, por lo tanto, que la adopción de buenas
prácticas de gestión empresarial
para optimizar el desempeño de los emprendimientos
sociales sea precedida de una cuidadosa adaptación a las características
específicas de la cultura organizacional de esos emprendimientos.
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Jogly Sú
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