Debemos detenernos un momento y
tratar algunas cosas que las personas a veces dicen de los pobres que no siempre
son verdad. Algunos dicen que los pobres son haraganes y fatalistas, y que no
ahorran para el futuro. Otros dicen que los pobres son ignorantes.
Varios ejecutores del desarrollo
refutan estas afirmaciones y nos llaman a ser más humildes en nuestros juicios.
Los pobres tal vez no ahorren,
pero esto puede muy bien ser por la simple razón que su sobrevivencia diaria no
lo permite. Los pobres pueden parecer holgazanes, pero puede ser que lo que
vemos sea su manera de conservar su limitada energía física.
El fatalismo puede ser una
adaptación prudente, que no significa rendirse. “La apariencia de impotencia,
desconocimiento y aquiescencia puede ser una condición para su supervivencia”.
La percepción de que los pobres
son ignorantes y estúpidos no sobrevive a ningún estudio realizado a personas
pobres reales.
Con demasiada frecuencia nos
sorprende la profundidad y amplitud de su conocimiento autóctono. Su conocimiento
de la ecología local y la medicina tradicional, y sus habilidades de
supervivencia son considerables.
Los pobres pueden sobrevivir en condiciones
que atemorizarían a los que nos son pobres. Algunos aseguran que “la ignorancia
y la estupidez aparentes son parte de una estrategia de pasar desapercibidos,
una postura necesaria frente a oficiales que demandan un comportamiento servicial”.
Los pobres no son más vagos,
fatalistas, improvisadores, estúpidos ni arrogantes que cualquier otra persona.
Todas las personas sufren estos problemas, pobres y los que no son pobres. Sin embargo
sólo los pobres pueden darse el lujo de permitirse estos comportamientos.
“Las personas tan cerca al borde no pueden
darse el lujo de ser vagas ni estúpidas. Deben trabajar duro cuando sea y donde
sea que puedan.
Los pobres no son una categoría homogénea,
y la pobreza es diferente en diferentes grupos. La pobreza significa diferentes
cosas para los niños y jóvenes, para las mujeres, para los que tienen
discapacidades mentales o físicas, y para los ancianos.
Para pensar y actuar bien,
necesitamos entender estas diferencias y planear de acuerdo con ellas, sin
incrementar la pobreza de la comunidad por medio de la fragmentación social.
Muchos han reconocido que la
solidaridad entre estos grupos es muy importante para un desarrollo eficaz. Los
niños, niñas y jóvenes son a menudo un recurso poco utilizado del desarrollo.
Con demasiada frecuencia son
vistos como desprotegidos, vulnerables y necesitados de cuidados. En cierto
sentido, tenemos un modelo mental que dice que la pobreza de los niños es
completa: simplemente son pobres y no tienen nada que ofrecer.
Estos los hace aún más pobres. Siempre
estamos tentados a hacer algo “por” los niños y niñas, sin reconocer el
potencial que representan para la transformación social.
Los pobres a menudo son mujeres,
y la pobreza de las mujeres es tanto una preocupación especial como una
oportunidad especial. Algunas de las estadísticas de las Naciones Unidas ahora
son conocidas ampliamente: las mujeres realizan dos terceras partes del trabajo
del mundo, ganan una décima parte de los salarios del mundo, forman dos
terceras partes de los analfabetos del mundo y son dueñas de menos de una centésima
parte de la propiedad del mundo.
Hay una gran cantidad de
documentación que muestra que las mujeres y las jóvenes reciben menos
escolaridad, tienen peor nutrición y reciben menos cuidados de salud.
La pobreza de las mujeres es física,
espiritual y social. Esta debe ser un área de especial preocupación para quienes
están trabajando para la transformación
humana.
Existe otro gran cuerpo de
investigaciones que muestra que la alfabetización de las mujeres es un
pronosticador positivo de muchas cosas buenas: menor fertilidad, menor
mortalidad infantil y un exitoso desarrollo de microemprendimientos.
Así, las mujeres ofrecen una oportunidad
especial simplemente si las tomamos en cuenta, involucradas como parte del
proceso de desarrollo. En no pocas ocasiones vemos a las mujeres como personas débiles, dependientes de los hombres. En la vida real y en muchas ocasiones son los hombres los que dependen de las mujeres.
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