El
destino o la suerte, A eso le atribuimos los acontecimientos de nuestra vida,
la realidad es diferente…
Porque el
temor que me espantaba me ha venido, y Lo que
yo siempre había temido me ocurrió. Las líneas que anteceden proceden del libro de
Job en las Sagradas escrituras y nos demuestran que un pensamiento que
constantemente invade nuestra mente de manera emotiva, siempre se materializa.
Aprende
una de las grandes verdades del universo: lo que tú piensas se manifiesta. Es tu actitud la que determina todo lo que te sucede. Tu propio
concepto es lo que tú ves, no solamente en tu cuerpo y en tu carácter, sino en
el exterior, en tus condiciones de vida: en lo material, sí, tal como lo oyes.
Si tú
tienes costumbre de pensar que eres de condición saludable, hagas lo que hagas,
siempre serás saludable. Pero cambias tu manera de pensar; te dejas infundir el
temor de las enfermedades y comienzas a enfermarte.
Pierdes
la salud. Si naciste en la riqueza, es posible que siempre seas rico; a menos
que alguien te convenza de que existe “el
destino” y comiences a creer que el tuyo puede cambiar de acuerdo con los “golpes
y reveses”, porque así lo estas creyendo.
Tu vida,
lo que te ocurre, obedece a tus creencias y a lo que expresas en palabras. Es una
ley invariable que no falla jamás. Si en
tu mente está radicada la idea de que los accidentes nos acechan a cada paso;
si crees que “los achaques de la vejez” son inevitables; si estas convencido de
tu mala o buena suerte: lo que quiera que tú esperes normalmente, en bien o en
mal, esa es la condición que verás manifestarse en tu vida y en todo lo que
haces. Ese es el porqué de lo que te ocurre.
No se está jamás consciente de las ideas que llenan
nuestra mente. Ellas se van formando de acuerdo con lo que nos enseñan, o lo
que oímos decir. Cualquier cosa que estés manifestando, que te esté ocurriendo
contraria a la perfecta armonía que tienes en tu ser interno, o que tú mismo estés
haciendo o sufriendo que sea contraria a esa armonía, se debe a una creencia
errada que tu creaste, ya lo sabes, y que por reflejo estas lanzando hacia afuera
y atrayendo su igual del exterior.
Ahora,
en cada una de las circunstancias enumeradas más arriba, debes recordar primeramente
lo que te acabo de decir, y luego decirte a ti mismo mentalmente o en voz alta:
“no quiero esto para mí”. Dilo con firmeza pero con infinita suavidad. Las afirmaciones
mentales no necesitan de la fuerza física. Cuando tú digas “no quiero esto para
mí”, hazlo como si dijeras “no me da la gana”, tranquilamente, pero con la
misma convicción y firmeza, sin gritar, sin violencia, sin un movimiento, sin
brusquedad.
Te propongo
que pongas atención en todo lo que tú decretas en un solo día. Vamos a recordártelo.
“Los negocios están malísimos”. “Las cosas andan muy malas”. “La juventud está
perdida”. ”El servicio está insoportable”. “No se consigue servicio”. “Tengo
miedo de salir”. “Mira que te vas a caer”. “Vas a romper eso”. ”Tengo muy mala
suerte”. “No puedo comer eso, me hace daño”. “Mi mala memoria…”, “Mi alergia…”,
“Mi dolor de cabeza…”. No te sorprendas ni te quejes si al expresarlo lo ves
ocurrir. Lo has decretado. Has dado una orden que tiene que ser cumplida.
Ahora recuerda
y no olvides jamás, cada palabra que pronuncias es un decreto. Positivo o
negativo. Si es positivo se te manifiesta en bien. Si es negativo se te
manifiesta en mal, si es contra tu prójimo es lo mismo que si lo estuvieras
decretando contra ti. Se te devuelve. Si
es bondadoso comprensivo hacia el prójimo,
recibirás bondad y comprensión de los demás hacia ti.
Y cuando
te suceda algo molesto, negativo, desagradable, no digas: “pero si yo no estaba
pensando ni temiendo que me fuera a suceder esto”. Ten la sinceridad y la
humildad de tratar de recordar en cuales términos te expresaste de algún prójimo.
Todo el
mundo conoce el dicho y lo repite a menudo. Lo repite como loro, pues no sabe
en realidad lo que significa. Pocos saben que el temor también mueve montañas. El
temor y la fe son una misma fuerza. El temor es negativo y la fe es positiva. El
temor es fe en el mal. O sea la convicción de que va a ocurrir lo malo. La fe
es la convicción de que lo que va a ocurrir es bueno, o que va a terminar bien.
Anticipar
y esperar es fe. Ahora fíjate que todo lo que tu esperas con fe te viene, te
sucede. Entonces, si sabes que esto es así ¿Qué te impide usar la fe para todo
lo que tú desees: amor, dinero, salud, etc.? Es una ley natural.
La fe
es convicción, seguridad; pero estas tienen que estar basadas en el
conocimiento de algo. Conoces que existe la capital y vas hacia ella. Por eso
sabes que no irás a parar a la luna. Ahora sabes que cuando deseas algo, si
temes no obtenerlo, no lo obtendrás. Si lo niegas antes de recibirlo, como el
ejemplo de la oración que dirige a Dios la generalidad de los humanos. “Dios
mío concédeme tal cosa, aunque sé que no me la darás porque vas a pensar que no
me conviene”, no lo obtendrás porque de antemano lo negaste. Has confesado que
no lo esperas.
¡Bendiciones!
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