Existen cosas en la vida que no
requieren casi ningún esfuerzo ni inversión. ¡Y cuanto bien que hacen! La
ofrenda de la viuda en el relato del Nuevo Testamento. ¿Qué significaba en
términos de valores monetarios? Muy poco. Sin embargo cuanto bien ha hecho a
los cristianos a través de la historia.
Tan sólo será que nos interesemos
un poquito en la otra persona. Aquel que está rezagado ‑bien porque nadie lo
toma en cuenta o bien por su timidez‑ una palabra nuestra puede levantarle el ánimo
e inspirarle confianza. Un pequeño, pero sincero reconocimiento a quien está ávido
de que le aprecien sus méritos.
Un poco de paciencia para escuchar a quien
quiere ser oído. Y así podemos continuar enumerando una serie de cosas que
cuestan tan poco, pero que el bien y la felicidad que proporcionan a los demás son incalculables.
El amor también se siembra como
una semilla menudita, pero sus frutos son siempre abundantes. No en pocas
ocasiones hemos observado como algunas personas no precisan tanto de una ayuda
materia como de una palabra de comprensión, de aliento, de aprecio sincero.
Williams James, expresó con
contundencia que el anhelo más profundo del corazón humano es el deseo de ser apreciado.
Apreciar de manera sincera las
cualidades, las aptitudes, los logros de los demás, es una ofrenda a su dañado
ego, le devuelve la seguridad, el aplomo y la confianza.
Debemos tener presente durante
cada hora del día ¿Cómo podemos contribuir a la felicidad de otros? No será
necesario realizar grandes cosas, pero si algunas que están a nuestro alcance y que cuestan muy poco.
No son las grandes sumas de
dinero ni los grandes sacrificios. Son las pequeñas acciones con el corazón colmado
de amor las que bastarán para hacer que otros se sientan felices.
Nuestra generosidad no se mide en términos de las grandes aportaciones, (aunque al poder hacerlas habrá que realizarlas), sino por el amor con que nos desprendemos de lo nuestro, sea poco o sea mucho.
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